Los mongoles son célebres sobre todo por una cosa: la conquista. Pero, en realidad, sus logros fueron mucho más allá de la guerra. Durante tres siglos, la Horda de Oro, la porción occidental del Imperio mongol que surgió tras la muerte de Gengis Kan, tuvo tanta influencia en el mundo como en otros tiempos la tuvo Roma, y dejó tras de sí un profundo legado en Europa, Rusia, Asia Central y Oriente Próximo, perceptible incluso hoy.
Marie Favereau nos sumerge en la épica historia de la Horda, que vertebró el intercambio de gentes e ideas a través de su extensísimo territorio. Su singular régimen político, con el poder repartido entre el kan y la nobleza, recompensaba a los administradores y diplomáticos hábiles y fomentó una economía próspera, organizada e innovadora que impulsó el auge comercial euroasiático de los siglos xiii y xiv. Desde su capital en Sarái, en el curso inferior del Volga, la Horda proporcionó un modelo de gobierno para Rusia, influyó en las costumbres y la estructura estatal de todas las culturas islámicas, difundió sofisticadas teorías científicas y practicó la tolerancia religiosa.
La Horda es la primera historia completa de uno de los imperios más influyentes de la historia, que, para muchos, sigue siendo un gran desconocido.
La Horda de Oro (1241-1556) abarcaba el territorio y la población entre los ríos Irtysh y Danubio y fue una de las ramas más influyentes del Imperio Mongol de Gengis Kan. Sus vínculos políticos, diplomáticos y comerciales con los diferentes poderes estatales del periodo lo convierten en un actor central durante la última etapa de la Edad Media. Para dar luz a la fascinante historia de los mongoles occidentales, Marie Favereau publica La Horda (Ático de los libros, 2024). Su autora, profesora universitaria y especialista en la cultura mongol, narra cómo este imperio extendió su influencia sobre partes de lo que hoy conocemos como Kazajistán, Rusia, Ucrania y Georgia.
Más allá de sus conquistas militares, la Horda de Oro es recordada por sus relaciones comerciales y su legado cultural. Favereau detalla cómo el comercio fue un pilar fundamental para la región, atrayendo a comerciantes de diversos países, culturas y religiones, algunos de los cuales viajaban más de 6000 kilómetros para intercambiar mercancías. Este intercambio cultural y comercial dejó una huella duradera en Europa, Asia Central y Oriente Próximo. Lejos de buscar la destrucción de otros pueblos vecinos, los nómadas mongoles supieron llegar a acuerdos con los pueblos sedentarios, permitiendo su autonomía y obteniendo de ellos valiosos recursos.
El libro también se adentra en la vida cotidiana de los mongoles, explorando su economía, diplomacia y cómo gestionaban su vasto territorio. Favereau busca llenar un vacío en el conocimiento general sobre el periodo post-Gengis Kan y ofrece una perspectiva alejada del eurocentrismo habitual en la divulgación de la historia medieval. Para ello maneja gran cantidad de fuentes y recoge testimonios de orígenes muy diversos, ya sean de colaboradores de los mongoles o de sus enemigos.
También cabe mencionar que La Horda ha sido reconocido como finalista del premio Cundill de Historia y aclamado como uno de los mejores libros del año por medios como Financial Times, Spectator y Five Books. La edición de Ático de los libros, como siempre muy cuidada, incluye imágenes, un glosario y un índice analítico, lo que facilita enormemente la lectura de un libro que trata una temática bastante desconocida por estos lares.
En resumen, La Horda es una magnífica contribución historiográfica al entendimiento de uno de los imperios más extensos y diversos de la época medieval. Marie Favereau argumenta sólidamente como los mongoles jugaron un papel fundamental en la creación de un mundo interconectado, sentando las bases para lo que eventualmente se convertiría en la globalización moderna. Una delicia de libro, palabra.
